Hace dos años llegamos a esta tierra que llamamos Tungasuk. El primer año todo se movía por la emoción de emprender muchas cosas por primera vez. Algunas actividades en las que debutamos fueron: aprender a sembrar y cosechar con el ritmo de la luna, marcar terrenos, alimentar aves y cochinos, guardar semillas de nuestros cultivos (frijol, maiz, lechuga, ajonjolí…), identificar árboles para leña, identificar cocos de agua y de carne, reproducir árboles o matas por gajo, esqueje o semilla, crear barreras para evitar la erosión de tierras por las lluvias, entre otras muchas.
Una de esas labores que nos ha resultado muy compleja y delicada ha sido la limpieza y preparación de las tierras. Se acostumbra quemar lomas y terrenos enteros antes de sembrarlos con el fin de acelerar su limpieza y enriquecerlos (con las cenizas). Sin embargo, pese a nuestro poco conocimiento en la materia, intuiamos que no era el proceso más amistoso con el medioambiente y con el que nos sentiríamos cómodos de trabajar. En esa búsqueda por una mejor manera de hacerlo, entre lecturas y conversaciones, empezamos a realizar pilas de basura (malas hierbas y troncos inservibles para leña u otros fines) y quemarlos tratando de estar pendientes mientras se realiza la quema y habiendo limpiado los bordes de esas pilas para evitar que el fuego salte y arrase con las áreas sembradas y bosques cercanos.
Sin embargo, pese a las precauciones que se han tomado, con ayuda y asesoría de amigos y colaboradores, nos vimos afectados por una quema que se salió fuera de control, hace dos meses. El fuego vino desde muy lejos de una finca vecina, saltó el cerco que colinda con nuestras siembras y llegó hasta la loma donde hay naranjas y café. Esta quema coincidió con la sequía que está afectando al Caribe y Centroamérica, así que un gran porcentaje de nuestras matas de café murieron. Algunas de naranja han retoñado y quizás con la primera lluvia de mayo algunas revivan y otras se recuperen.
Este incidente nos ha entristecido, molestado, dado rabia, sentimiento de impotencia (el fuego es muy poderoso e intimidante), nos ha hecho reflexionar sobre algunos aspectos de la gestión de la finca pero viéndole el lado menos malo, nos ha llevado a tomar acción.
Comenzamos la limpieza del cerco de almácigos, para evitar que en el dado caso que se genere fuego nuevamente en este lugar donde frecuentemente se quema, este no salte y se propague. Estamos cuidando y limpiando el bosque que está bajo la siembra de naranjas, en una cañada, el cual se ha convertido en nuestro nuevo rincón favorito. Evaristo, uno de nuestros colaboradores que lleva ya más de un año trabajando con nosotros, nos está ayudando a identificar las especies maderables y forestales para tener cuidado de no cortarlas.
Guácimas y guacimillas del bosque
Así que ese coraje y enojo está transformándose en un esfuerzo físico por preservar y cuidar las áreas de bosque que teníamos fuera del foco de nuestra atención. A lo mejor este verano que se anuncia más caluroso que el anterior, nos encuentre con unas hamacas en medio del palmar. Así empezamos el segundo año en Tungasuk, con un poco más de relexión y ánimo para emprender otras aventuras que están en lista de espera.